Vivo en una ficción sin querer ser parte de ella,
donde trasgredimos la realidad,
donde una cereza en mi boca, un sorbo de energizante
y una cámara viéndonos
atreves de cuatro binoculares me confunde,
tiemblo, sudo, me sonrojo y en calidad de indigente
pestañeo buscando la verdad de tus ficciones.
Esas que de noche cobran vida,
donde mis ojos se convierten en camaleones
y el sentido de orquesta fúnebre
se convierte en nupcial.
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