domingo, 2 de noviembre de 2025

Su marca

Llegó con la lluvia,
como si el cielo lo hubiera dejado caer
solo para mojarme el alma.

Traía el frío en la ropa,
la humedad en los labios,
y esa mirada que parece prometerlo todo
sin decir nada.

Le di mi abrigo,
y él me devolvió el fuego.
Sus labios encontraron los míos sin pedir permiso,
como si el tiempo se hubiera detenido solo para mirarnos.
Mientras el mundo, afuera,
era pura tormenta,
pero aqui dentro, todo era calma.

Lo tuve cerca,
tan cerca que el mundo se borró.
El cuerpo entendió su idioma,
sin traductores,
sin culpa,
sin edad.

Después, el silencio.
Nos hablamos con las manos,
con los cuerpos,
con esa respiración entrecortada
que parecía una plegaria.

Su respiración aún flotando,
sus manos aún en mi espalda,
mi nombre en su boca,
y un hilo invisible
que no se rompe,
aunque la noche se acabe.

Dijo que le gustaba que sea intenso.
Yo solo supe que había vuelto a sentir.

Hay algo en su manera de mirar
que no sabe de prudencia,
que juega con el tiempo
como quien juega con fuego.

Y yo,
que ya aprendí a no pedir promesas,
le dejo entrar,
le cocino,
le espero.

Su cuello era mi ofrenda,
el mío, su territorio.
En su cuello dejé mi nombre,
y en el mío
se quedó su huella,
como un pacto sin palabras,
como un tatuaje hecho de deseo.

Su pecho contra el mío,
mi abrazo que no quería soltarlo.
Y cuando se va,
mi cuarto huele a vértigo,
a eso que no se puede retener
pero tampoco se olvida.

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