martes, 13 de mayo de 2025

Fuego y fuga

No sé cómo lo hiciste,
pero te quedaste en mi piel
como si las noches pudieran tatuarse.

Llegaste con ese cuerpo
que desarma silencios,
piernas firmes, espalda ancha,
labios que sabían exactamente dónde terminar la espera.

Me miraste, y empecé a arder.
Fuiste todo deseo,
pero también algo tierno,
ese gesto suave entre gemido y aliento
que me decía que el placer también puede ser refugio.

Entré en ti como quien vuelve a casa,
como quien reconoce su lugar
en medio de lo salvaje.

Y tú me tomaste,
sin miedo, sin pausa,
como si el mundo se acabara en ese instante
y nada más importara.

Fuimos jadeo,
ritmo,
boca,
sudor,
esas horas donde no existía nada
más que el aliento del otro.

Hoy solo quedan tus marcas en mi memoria,
el eco de tu voz hablando
cuando ya no eras capaz de decir nada más.

No sé si volverás,
pero pensarte puede encender la noche,
aunque no estés.

Testigo

Lo vi aparecer entre bambalinas. Pequeño, sí, pero con la grandeza de quien pisa un escenario y no duda del fuego en sus pasos. Allí estaba...