martes, 2 de diciembre de 2025

Un sueño

Hay luces que llegan de golpe,
como una chispa perdida
en mitad de un cuarto oscuro.
Brillan tan de cerca
que uno cree que por fin
alguien vio la forma exacta
de su sombra.

A veces esa luz toca el pecho
y lo despierta.
Le devuelve el pulso.
Le inventa un idioma.
Uno se abre sin pensarlo,
como si el cuerpo recordara
un antiguo ritual.

Pero hay luces que tiemblan
cuando descubren la intensidad
de su propio resplandor.
Retroceden.
Parpadean.
Se esconden detrás del humo
que ellas mismas levantan.

Y queda uno allí,
sosteniendo un brillo que no vuelve,
con las manos vacías
y el corazón todavía prendido
a un destello que ya se movió.

Uno intenta no pedir nada,
solo mirar,
solo quedarse quieto,
solo dejar que la noche respire.
Pero la noche a veces muerde,
y su silencio
cae pesado sobre el pecho
como si hubiera aprendido a decir “no”
sin pronunciarlo nunca.

Yo soy de esas almas
que arden fáciles,
que no saben esconder el fuego,
que nacieron para encender
no para guardar ceniza.

A veces el mundo no entiende
esta forma de latir:
sin cálculo,
sin murallas,
sin treguas.
Y está bien.

Pero el eco queda.
Esa vibración suave
de algo que casi fue,
de algo que rozó el alma
sin terminar de quedarse.

Y en el fondo,
muy adentro,
aún camina una luz pequeña,
necia,
terca,
que sigue buscando el color
de aquella chispa primera,
aunque ya no tenga nombre
y se haya vuelto humo.

Un sueño

Hay luces que llegan de golpe, como una chispa perdida en mitad de un cuarto oscuro. Brillan tan de cerca que uno cree que por fin alguien v...