Me parece recordarte.
Sentirte suave,
en una helada, tibio.
Tu risa que quiero escuchar,
tu risa que escucho aun dormido.
Te miro y no me canso.
Eres como una canción que no se agota,
eres algo más que un nombre bonito,
ese que no quieres mencionar.
Te abracé.
Y el mundo se acomodó distinto.
Hubo algo en tu olor, en tu pecho.
Llevas el fuego sin quemarte.
No sé por qué te miro así…
He querido pronunciarte
como quien aprende un idioma nuevo
solo para decir:
quédate.
Si te vas, llévate este poema.
Y si algún día te cansás del pasado,
en este presente el horizonte es un paisaje.
Un presente con lo que sueñas,
con lo que eres.
No sé si te has dado cuenta
ese modo tan tuyo
de mirar como si entendieras
algo que los demás no.
El caso es que aparecés
y se me acomoda el día.
Te abrazaría cada vez que pudiera,
te cuidaría hasta que te dejes cuidar.
Mi fetiche también es querer bonito.
Yo sigo aquí,
intentando escribirte lo que me pasa
sin que suene a trampa,
sin condiciones,
sin apuros,
sin juicio,
sin miedo,
sin pasado,
sin que duela antes de tiempo.
Si supieras…