Este año no fue un río,
sino un laberinto de sombras y luces.
Caminé entre montañas de trabajo,
levantando cada peso sin mirar atrás.
El cansancio se me coló entre los dedos,
como un sueño que se olvida al despertar.
Había conflicto en cada esquina,
pero las batallas no eran mías,
eran de los días,
que se estiraban como hilos infinitos.
El tiempo se deshilachó,
y apenas supe cuándo dejó de ser mío.
Dormí poco,
pero lo hice bien.
En cada pausa, me encontré con el todo,
y no supe verlo.
El caos era la forma del equilibrio,
el desgaste, la medida de la plenitud.
Lo tuve todo,
y ni una sombra de mí mismo lo entendió.
Aprendí como quien camina
sin saber que ya ha llegado.
El año se disolvió
en un suspiro que no quise oír,
y cuando lo entendí,
ya era tarde.
Lo tuve todo,
y no me di cuenta.
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